La lactancia natural proporciona una nutrición adecuada siempre que la madre consuma una dieta equilibrada. La leche materna contiene proteínas, carbohidratos, grasas, minerales, vitaminas y hierro en las cantidades necesarias para el debido crecimiento del lactante.
La alimentación materna es higiénica. La contaminación de la leche es menos probable que cuando se emplea el biberón.
La madre tiene la oportunidad de pasar un rato muy cerca del niño.
Pueden ser menos frecuentes las infecciones respiratorias e intestinales en los lactantes alimentados con pecho. Además la inmunidad a un número considerable de enfermedades virales de elevada incidencia es transferible a través de leche materna.
Los trastornos alérgicos de la piel de las vías respiratorias y del intestino suelen ser menos frecuentes en los niños que reciben lactancia materna.
En las zonas pobres de algunos países, la tasa de mortalidad es más baja entre los niños alimentados con pecho. En los países desarrollados no parece haber ninguna diferencia; la mortalidad infantil es afortunadamente muy baja, se emplee un método de lactancia u otro.
Los niños alimentados con pecho no suelen ser obesos. La composición y. por lo tanto, el sabor de la leche materna varía durante cada lactancia; por lo tanto, el niño rechaza un seno al cabo de algunos minutos y cambia al otro, aunque el primero aún tenga leche. Esta es una de las formas como la naturaleza previene la obesidad de los lactantes.
Las evacuaciones de los niños alimentados naturalmente son de color más curo y consistencia más blanda que las de los niños alimentados con biberón. La consistencia de las heces de los primeros no debe interpretarse como diarrea. De hecho los que reciben lactancia materna padecen diarreas con menor frecuencia. Como las evacuaciones son blandas, en estos niños la irritación rectal es menos frecuente y el estreñimiento es casi una excepción. Un insólito beneficio de la alimentación materna es que las evacuaciones del niño tienen un olor menos desagradable.